Shine A Light (Estados Unidos / Gran Bretaña – 2008)
Dirección: Martin Scorsese.
Guión:
Producción: Steve Bing, Michael Cohl, Victoria Pearman, Zan Weiner y The Rolling Stones.
Dirección de Arte: Star Theodos.
Cinematografía (Fotografía): Robert Richardson
Edición: David Tedeschi.
Música: The Rolling Stones.
Reparto: Mick Jagger, Keith Richards, Ron Wood, Charlie Watts, Martin Scorsese, Jack White, y Buddy Guy.
Género: Musical.
Martín Scorcece sabía muy bien que no había otra forma de representar y expresar lo que The Rolling Stones representan para él y para la cultura occidental, la idea de poner en video y proyectar en salas de cine un concierto por un realizador tan hábil y ágil como el director norteamericano es llevar la emoción montada en celuloide. El film contiene elementos cinematográficos que logran captar toda una historia y nos expresan de manera visual y sobre todo auditiva toda una historia de símbolos culturales que no pretenden demostrar lo que no son, no hablamos de hacerlos quedar como filántropos u hombres con problemáticas personales o con intenciones de conciencia social u otras características que muchos han tratado de representar en televisión o hasta el cine. Tal vez la idea de Martin Scorcece sea más pura y congruente, The Rolling Stones no necesitan una biografía o una antología sobre su larga carrera, solamente hacía falta una representación irreflexiva sobre su propia grandeza
A mi parecer el cine y la música no deberían estar peleados, y es que en el cine podemos percibir un baile entre estas dos formas de expresión artística, asemejándose a una relación de un tango que a la de un vals, a una pelea sensual entre dos sentidos que llaman a nuestra atención. No quiero decir que la música y el cine no puedan generar asombrosas partituras, si no que es muy común que uno de estos dos elementos (uno percibido por la vista y otro por el oído) se imponga sobre el otro. De lo que hablo es que en general en el cine la música es solo un acompañamiento, y que muchas veces la imagen y la historia dotan de sentido a la música, y otras veces en viceversa. Pero no es el caso del film de Martín Scorsese, quien sabe que el sentido lo tiene el momento mismo, y que no quiere representar otra historia imponiendo una imagen, sino que se trata de un trabajo de un fan realizado para todos los demás que también nos declaramos fans de The Rolling Stones.
El rito del Rock ha sido parte de la cultura popular desde mediados del siglo pasado, y en esta ocasión no cambia. Cierto que hay muchos elementos alrededor de toda la magia, pero lo principal ocurre en el escenario, todo lo demás se vuelve secundario. Con explosiones, guitarrazos y gritos del público (principalmente femeninos) estamos frente a una obra de arte de la cinematografía y de la música, pero que lamentablemente será clasificado como un simple video musical.
Las leyendas se saludan entre si, los reflectores y las cámaras muestran a personajes de la cultura popular como simple niños nerviosos y que a pesar de su experiencia temen al ridículo y la vergüenza, artistas que viven del momento y que saben que a pesar de lo fugaz de su expresión, las estrellas y las leyendas se generan a través de esto, de la brevedad del éxtasis. La luz resplandece tanto en la música como desde las cámaras cinematográficas, y lo que resulta de esta unión es una radiación de recuerdos y asombro ante la magia de quienes brillan por su propia cuenta, el arte por el mismo arte.
Lo Mejor: Estamos hablando de una unión de dos disciplinas con propósitos muy similares. Las dos expresiones artísticas y populares más representativas del siglo XX y de principios del XXI se unen en una colaboración de espectaculares imágenes y sonidos, toda una odisea que te hace alucinar, brincar, bailar, cantar y simplemente excitar.
Lo Peor: No creo que exista, no hay historia que se contradiga o se pierda en convencionalismos o ideologías impuestas, simplemente es The Rolling Stones por Martín Scorsese.
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